Edición Jack Sparrow: Sin pelos en el pecho

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El Diputado nos trae su tercera entrega dominical sobre las Asociaciones Civiles tras tomar estupefacientes del bazar.

El Diputado


Ayer me encontré con el Capitán Salami, pero es otra historia que no tiene nada que ver con lo que os vengo a contar claramente.


Ayer fue el día D, el día de la ilusión, el día del desborde, el día en el que todos los cofrades nos unimos para ver esa cara morena y ese hombro ensangrentado que junto con esa rodilla al viento de la tarde aún invernal, nos hace emocionarnos a todos hasta tal punto de llegar a la locura al mirar de frente venir el apoteósico barco que transporta al Señor.

Una hora más tarde y no importa nada, porque el barrio sabe esperarlo, Sevilla impaciente en su puerta, hasta el fútbol del campo de césped que se encuentra junto a la carpa paró solo para verlo a él. Eso sí, césped el que llevaba en su cigarro sonriente el señor de mi lado. De nuevo ese olor tan agradable que María trae. María no la Virgen, sino la China del Bazar que incluso ayer tenía otra cara. Cara de pillina, cara de pirata, cara de alegría. Era ella también en su máxima esencia.

Gorras en el cortejo, pelos azules en el mismo, cascos como si fuese David Guetta el chico del cortejo. Cosas de otro mundo pero siempre maravilloso, no pude estar más encantado de presenciar esta imagen que para mí fue la mejor imagen de toda la Cuaresma. Aún estoy sin palabras.

Hasta las nubes se fueron del cielo porque la luz del sol quería darte en tal hermoso rostro, Señor. El mundo se paraba y lágrimas recorrían los ojos de todos los allí presentes al contemplar tantísima grandiosidad delante de ellos. Tal fue el efecto, que el señor del carrito que iba delante se despistó con tu mirada y tú, como buen Señor que encarrila a las ovejas que se van del camino, lo atropellaste para devolverlo a su camino. ¡Qué cosa más grande!

Pero lo mejor no fue eso. Lo mejor fue el romano. Qué presencia y qué planta. Cómo se movía esa capa, esas plumas al viento de color negro como las nubes que se fueron. Ese casco que le rodeaba la cabeza al completo, esa forma en la boca que estremecía al más duro y que no dejaba un alma sin tener un escalofrío ante tal semblante. Para mí, el completo ganador del concurso de los romanos piratiles. No hay dos miradas como la suya. Lo recordaré siempre. Esa mirada es la mirada de la Semana Santa.

¿Pero sabéis lo mejor? El pecho, al descubierto. Y miren que hacía frio, pero el Señor se sacrifica por nosotros para que veamos cómo su perfecta anatomía va entrando en nuestras vidas y podamos ser parte de él mismo, parte del Señor, parte de una de las mejores imágenes que podemos ver durante toda la cuaresma por las calles de nuestra ciudad.

No importaba nada, ni tan siquiera que rompiesen la esquina del paso. Qué más da, si con la presencia de tal representación teatral sobre unas tablas de madera lo tenemos todo, no hace falta nada. Esa mano del romano sobre la túnica del señor, esa Magdalena mirando hacia fuera como si le dijese a los devotos: él es. Esas marías llorosas y ese cirineo que maravillosamente carga con la cruz a cuestas de una de las grandes devociones de la ciudad más hermosa del mundo. ¿Qué haríamos sin él por las calles? Nada.

Ojalá pegando izquierdos durante toda una vida. Ojalá toda una vida ganándonos resfriados por ver ese pecho descubierto y ojalá toda una vida viendo esa rodilla ensangrentada junto con esa túnica manchada de acuarela emulando la sangre que derramó el señor por todos nosotros. ¡Que vivan las piratas! ¡Siempre! ¡Son lo mejor que tiene Sevilla!

Espero que hoy los costaleros no me amenacen que ya tuve bastante la semana pasada. Como veis, en realidad os amo, y por eso os hablo a pecho descubierto y sin pelos en él. Porque sois la esencia de Sevilla en su máximo apogeo. Los costaleros de las piratas sois los verdaderos costaleros de la ciudad, los que de verdad llevan al señor. ¡Vosotros sí valéis! Aunque amenacéis sin necesidad a personas que nada tienen que ver.

Y por cierto si alguien sabe algo de la pertiguera amiga mía del pelo rosa que me lo diga, que llamé a la peluquería y no fue a su cita. La peluquera y yo seguimos preocupados: ella por sus 10€, y yo por qué nos hemos quedado sin la pertiguera más icónica de la ciudad entera.

Por cierto, ni aún haciendo la danza de la lluvia pude llamarla para que viniese y parase tal despropósito como el que volvimos a ver ayer. Qué lástima. San Pedro, el día para llover chuzos de punta era ayer. No en Semana Santa.

Palermo al suelo y avanzamos con el tramo, que desde que le he dado una calada al porro que vende la china la ironía me empieza a gustar.