Por Amor y Devoción
Quien haya tenido la oportunidad el pasado fin de semana de llegarse a San Alberto y ver a la Virgen de los Dolores recién restaurada ha podido disfrutar del esfuerzo de unos chavales que han estado empleando parte de su tiempo a su Virgen de los Dolores.
El Diputado

Quien haya tenido la oportunidad el pasado fin de semana de llegarse a San Alberto y ver a la Virgen de los Dolores recién restaurada puedo asegurarle que ha ganado la indulgencia plenaria. El primerísimo estaba yo en la puerta del sábado tarde, con mi palermo en mano porque luego sacaba mi trigésimo segundo paso de Gloria a la calle, pero no me iba a perdonar no disfrutar de semejante tesoro.
Allí andaba un grupo de conocidos que sé de primera mano que han estado tardes enteras dedicando su tiempo a la Virgen de los Dolores, a la que pueden llamar «su Virgen». Sí, porque desde 1893, nadie en esta ciudad se ha percatado de una bellísima dolorosa que estaba «cogiendo polvo» en el Altar Mayor de San Alberto, y ahora todo el mundo quiere sacarla en un palio de cajón con marchas fúnebres.
Pero ellos piensan de otra forma, y posiblemente, de la manera más correcta. Se trata de personas formadas, no solo estudiosas en temáticas artísticas, sino algo más: muestran respeto ante el Santísimo arrodilándose (cosa que se está perdiendo) y dosifican su tiempo material para dedicarle una parte sus titulares y de los que trabajan Por Amor y Devoción.
Héroes de la historia
Gracias a ellos, podemos disfrutar de parte del pasado en el presente, porque la Virgen ha vuelto tal y como quien fuera quien la hiciese la concibiera, gracias a las manos de David Triguero. Pero el trabajo es de los que de verdad hacen Hermandad, de los que evitan dedicarse exclusivamente a una salida procesional anual para abogar por un pilar fundamental: dar culto a sus titulares, dando paso así a la caridad y a la formación en torno a ellos.

Una apuesta segura, un desarrollo de la orbe cofrade y un futuro esperanzador. Gracias a ellos, hemos podido disfrutar de la Dolores de San Alberto, pero ¿quién sabe qué será lo próximo? Animo a estos más de 15 jóvenes a seguir yendo cada tarde a San Alberto, dando ejemplo para que otros se aventuren a seguir la misma línea en lugares como Santa María la Blanca o San Bartolomé. Porque hay cosas más importantes que la banda que acompañe a mi Cristo o los cambios que un paso de misterio puede dar durante los tres minutos que dura una marcha (o danza africana, según los gustos).
Que sirva de ejemplo para juventudes que su única preocupación son las sayas y las «conbebencias», y para cofradías que aún no se ha enterado que tienen que orientar a sus hermanos en la índole cofrade cristiana correctamente, y en base a la historia, para repetirla en los casos que sea necesaria, y para no reiterarla en otras circunstancias.
Palermo al suelo y avanzamos con el tramo, que voy a sacar mi cofradía número 33 de este fin de semana, aunque me muero de ganas por quedarme en San Alberto a solas con la Virgen y contemplarla, porque su dolor, sí, su dolor SÍ me llama a la devoción.